Donald Trump está amenazando nuevamente con no asistir a un debate entre aspirantes a la candidatura presidencial republicana.
El expresidente ha dicho en la intimidad que un debate en agosto sería demasiado pronto y no participaría, según dos personas al tanto de sus inquietudes, que hablaron bajo la condición de anonimato por tratarse de discusiones privadas. Esta semana reiteró sus quejas públicas e insinuó en entrevistas y mensajes en redes sociales que su ventaja en las encuestas es tal, que no necesita competir con el resto de los precandidatos.
“Veo que todos hablan de los Debates Republicanos, pero ninguno tuvo mi aprobación ni la aprobación de la Campaña Trump antes de anunciarlos”, dijo Trump el martes en un mensaje en su red social.
La disputa en ciernes constituye un adelanto de la tensión potencial entre el Comité Nacional Republicano, con su intención de supervisar un proceso de elecciones primarias abierto y competitivo, y el objetivo de Trump de consolidarse como líder indiscutido del partido que no necesita someterse a semejantes tradiciones.
Esto recuerda sus campañas anteriores, en las que solía blandir la amenaza de no asistir a debates, y en ocasiones la cumplía. De esta manera, mantenía los reflectores enfocados en él, en un enfrentamiento con la conducción republicana y la prensa tradicional que resonaba con la base del partido.